DEL PASADO AL PRESENTE
Hace unos 17 siglos que mojamos moscas; sin embargo, íntimamente, nuestro pasatiempo no ha cambiado tanto.
Las raíces de la pesca con mosca se hunden profundamente en nuestro pasado histórico, llegando a los tiempos en que los escritos eran una rareza conocida por unos pocos. Por esto, de esos lejanos tiempos nos han quedado muy pocas evidencias, y la mayoría de las pruebas posiblemente fueron destruídas en algún momento del violento pasado de la humanidad. Ya en tiempos muy primitivos nace un tipo de pesca cuyo objetivo no era simplemente llenar la bolsa, y si bien estamos seguros de que estos primeros pescadores de caña no devolvían los pescados, sí sabemos positivamente que pescaban para entretenerse.
Pesca a la romana Uno de los primeros cuentos de pescadores nos llega directamente de la época de Marco Antonio y Cleopatra. Según el relato ambos abordaron un barco para pasar un día de pesca. Marco Antonio no tuvo ni un pique, y para no pasar vergüenza ante la importante dama, mandó secretamente a unos buceadores a enganchar pescados en su línea. Al sacar Antonio tantos peces y los otros ninguno, Cleopatra sospechó que se trataba de algún ardid, pero no dijo nada y felicitó al romano pidiéndole otra demostración de sus habilidades ante la corte al día siguiente. Esta vez Cleopatra se aseguró de que sus buceadores, y no los del romano, engancharan el pescado y, ante el primer pique, Marco Antonio sacó, para su asombro y el de la corte de Egipto, un pescado muerto y misteriosamente salado. Rápidamente y sonriendo a su amada Marco Antonio se ocupó de remarcar que si bien el pescado no era el más grande, sin duda era el más viejo del día.
Llegan las moscas En algún momento de su desarrollo como pescador deportivo el hombre se enfrentó con algunos tipos de peces cuyo alimento eran los insectos. Esto le planteó un enigma, ya que la mayoría de esos insectos eran demasiado delicados para ser encarnados en los crudos anzuelos de la época y, mucho menos, para soportar un lanzamiento. Hace al menos mil seiscientos años, los anzuelos distaban mucho de los que conocemos actualmente. Es lógico suponer que alguien decidió fabricar un sustituto de los frágiles insectos, para lo cual, plumas, pieles e hilados comunes ofrecieron en esos momentos la solución adecuada. Así nacieron los primeros engaños artificiales, hoy llamados moscas. Muy poco se sabe sobre la manera en que se usaban estas primitivas moscas pero, como mencionamos antes, algo resulta totalmente evidente: este tipo de pesca era un entretenimiento. Si los pescadores de esos lejanos tiempos hubieran buscado capturar grandes cantidades, no dudo de que se habrían inclinado por el uso de algún tipo de red o trampa, elementos muy perfeccionados desde los albores de la humanidad.
Mosqueros macedonios Al historiador romano Caudius Aelianus debemos la primera mención específica y descripción de una mosca artificial en toda la literatura antigua, hace más de diecisiete siglos. Los pescadores eran nativos de Macedonia y en el río Astraeus -según la obra de Aelianus De Natura Animalium- los macedonios pescaban algún tipo de trucha con moscas hechas de lana roja y plumas de gallo de color similar a la cera. Esto convierte a los macedonios, poco después del comienzo de la era cristiana, en los primeros pescadores sobre los cuales poseemos un testimonio escrito, y que practicaban este arte con mosca artificial. Aelianus no sólo especifica la mosca usada sino que cuenta que empleaban una caña de unos 6 pies de largo, a cuyo extremo superior fijaban el hilado que terminaba en la mosca. Esta se dejaba caer cerca del pez, que atraído y excitado por sus colores -según palabras del mismo Aelianus- abría la boca y era capturado por el anzuelo. Como vemos, las bases de la pesca con mosca (la imitación de un insecto y su correcta presentación) parecen haber nacido hace más de 1.700 años, y no han variado apreciablemente hasta nuestros días. De los pescadores con mosca anteriores a los macedonios sólo podemos hacer algunas suposiciones, y por el momento no tenemos ninguna prueba fehaciente. Sabemos, sin embargo, que los elementos del pescador deportivo: caña, Iínea y anzuelo datan de mucho tiempo antes que los escritos de Claudius Aelianus.
Más allá de Grecia En Egipto, dos mil años antes de Cristo ya pescaban con caña, como lo demuestran pinturas encontradas en una de sus tumbas, donde observamos claramente entre las distintas artes de pesca, como redes y líneas de mano, a un pescador con una inconfundible caña de mano sacando un pescado. Muy posiblemente el futuro nos traerá importantes sorpresas sobre las verdaderas raíces de la pesca con moscas artificiales. Algunas pueden provenir de la China milenaria donde siglos antes que los macedonios, según la interpretación que pueda darse a ciertos poemas, los chinos usaban anzuelos cubiertos con plumas de martín pescador para engañar a ciertos peces. El primer gran tratado Luego de Aelianus la oscuridad cubre a nuevos escritos de pesca con mosca hasta que en 1496 aparece formando parte de una nueva edición del libro de "St. Albans", el Treatise of Fishing With an Angle, aparentemente escrito por una abadesa de Sopwell (Inglaterra) llamada Dame Juliana Berners. En su primera edición el libro de St. Albans versa sobre temas de cetrería, cacería y heráldica; en la segunda incluye el tratado sobre pesca con mosca, de Juliana Berners. En el tratado encontramos una completa descripción de los equipos y las técnicas utilizadas, el modo de fabricar los distintos componentes del equipo y una lista de doce moscas que imitan los distintos insectos del sur de Inglaterra. Al estudiar el tratado resuIta evidente que la pesca con mosca ya estaba perfectamente desarrollada en tiempos de la abadesa Berners y, si bien no tenemos escritos anteriores, es raro que una abadesa fuera totalmente autodidacta y produjera una obra de tal valor técnico sin tener fuentes previas. Suponemos que escritos anteriores que sirvieron de base a su trabajo se perdieron definitivamente o no han sido hallados hasta el momento. Al igual que el romano Aelianus, Dame Juliana Berners utiliza el vocablo "FIies" (moscas), para sus emplumadas creaciones, nombre que seguimos aplicando hasta el presente a todos los anzuelos vestidos con plumas, pelos y materiales sintéticos, ya sea que nuestra mosca imite un pescadito, un cangrejo, un roedor o verdaderos insectos. La verdadera mosca, la mosca casera, no ha tenido un papel importante en la pesca con mosca y sólo recuerdo que Marinaro escribió algo serio sobre este díptero en "A Game of Nods", página 63 de su monumental obra In The Ring of the Rise, libro que ningún apasionado de la pesca con mosca debe dejar de leer.
Cañas y líneas Aunque en los tiempos de Dame Juliana todavía se empleaba una línea de largo fijo, firmemente atada a la punta de la caña, en algún momento entre los macedonios y el tratado se había producido un cambio importante en el largo de las cañas. Los pescadores se dieron cuenta a lo largo de esos once siglos que alargando las cañas no sólo presentaban mejor la mosca, sino que además perdían menos pescados pues las cañas largas amortiguaban los tirones bruscos de manera más eficiente que las cortas. En el siglo XV las cañas de mosca rondaban los 18 piés, casi 6 metros. Se las fabricaba en dos o tres tramos, con las más diversas maderas. Estas varas sin pasahilos eran, por supuesto, cónicas: la parte inferior gruesa como un brazo se ahuecaba para guardar los otros tramos en el transporte. Como ya se imaginarán, el peso no era un parámetro que se tenía en cuenta por aquellos días, cuando las cañas no pesaban onzas sino kilos. La línea, generalmente de cerdas de caballo trenzadas de manera especial, se ataba a la punta de la caña, por lo que ambas tenían un largo similar. Si un pez grande (por ejemplo, un salmón) tomaba la mosca, no había posibilidad de ceder línea en la corrida, por lo cual una de las soluciones era tirar la caña al río y recuperarla con salmón o sin salmón una vez que éste se cansara de arrastrarla o cortara el hilo. En el tratado aparecen recetas de teñidos para camuflar la línea, algo muy avanzado para sus días, y las moscas descritas fueron la simiente de toda la progenie actual. Desde Dame Juliana Berners centenares de escritores han enriquecido el arte de la pesca con mosca y su sola mención llenaría un Iibro. La pesca con mosca es, sin duda, el deporte sobre el cual más se ha escrito y esto estimula nuevos aportes día a día que nos presentan cosas nuevas o mágicamente traen a la luz parte de la historia desconocida u olvidada. El desarrollo de las cañas modernas está íntimamente ligado a un cambio importante en las líneas, a la invención del reel y al agregado de pasahilos en las varas. No se conoce con certeza el momento en que los pescadores evolucionaron de una línea fija atada a la punta de la caña, a otra de mayor longitud que podía ser lanzada, pero el hecho que ésta tenía que deslizarse a lo largo de la caña obligó a buscar soluciones a este problema. El primer resultado fue el agregado de guías o pasahilos para mantener la línea controlada. Posteriormente, a medida que el lanzamiento evolucionaba, fueron desarrollándose diferentes tipos de pasahilos, hasta llegar a los que tenemos actualmente, que no han variado apreciablemente en los últimos cien años. Al comienzo, la línea de mayor largo se ataba en la base de la caña, lo que creaba una serie de incomodidades que se resolvieron con la aparición de los primeros y rudimentarios reels, llamados "wind", "wheel" o "winch", y cuya función primordial era albergar la línea que no se estaba usando. En 1651, T. Barker, en The Art of Angling, menciona por primera vez al reel y en 1657, en una edición ampliada de dicha obra, aparecen los primeros grabados de estos primitivos reels construídos en madera, de los cuales descienden directamente los que hoy usamos. En 1682 se habla del uso de la seda para fabricar las líneas de mosca. A partir de entonces la seda extraída del famoso gusano originario de la China reemplazó gradualmente a los otros materiales con los que se fabricaban líneas, entre los cuales podemos mencionar a las cerdas de cola de caballo y, en menor grado, a fibras vegetales y tendones de animales bien estirados. Con el uso de la seda se lograron líneas de excepcional calidad, ahusadas como las DT actuales, muy delgadas y perfectas para presentaciones delicadas. Aún hoy se siguen fabricando para los más puristas, que insisten en sus ventajas sobre las líneas plásticas para cierto tipo de pesca y no dudan en pagar el altísimo costo de estas líneas hechas totalmente a mano. Estas líneas de gran desempeño produjeron una revolución en el diseño de las cañas que nos lleva sin interrupciones hasta los grafitos actuales. Las pesadas y largas cañas de madera, adecuadas para emplear una línea fija, se tornaron obsoletas ante el cambio en las líneas. La posibilidad de lanzar línea fácilmente hacía innecesaria una caña tan larga, por lo que los 18 pies rápidamente se redujeron a unos 10/12, largo que se mantuvo hasta el siglo XX. Nuevos materiales Al mismo tiempo que las cañas se acortaban, nuevos materiales aparecían en escena. Las maderas pasaron al olvido ante un nuevo material de propiedades distintivas proveniente de cañas de bambú. Los primeros bambúes llegaron de la India y fueron muy usados hasta que una nueva variedad proveniente de la China demostró tener características muy superiores para la construcción de cañas. Este bambú conocido como "Tonkin" fue inmejorable desde sus primeros prototipos, en 1880, hasta 1970 en que aparecieron los primeros grafitos. Ni siquiera la fibra de vidrio de la década del cincuenta logró desplazar al Tonkin. Los ingleses fueron los primeros que experimentaron con el laminado de segmentos de bambú, lo que conocemos como "split-bambú", pero por alguna misteriosa razón estos primeros intentos no despertaron gran interés. El verdadero desarrollo de las cañas de bambú se produjo en los Estados Unidos, donde Samuel Philipe, armero y violinista de Pennsylvania, comenzó a laminar el bambú en tiras para formar tramos de cañas hacia 1846. Primero probó con las punteras para finalmente pasar a cañas hechas totalmente de split bambú. A partir de ese momento la pesca con mosca fue ganando adeptos rápidamente, muchos de los cuales a su vez se transformaron en diseñadores de revolucionarios equipos. Las líneas de seda finalmente fueron reemplazadas por las de plástico, que flotaban sin necesidad de ser enceradas a diario. Un poco más tarde aparecieron las líneas de hundimiento, que abrieron las fronteras técnicas a especies de peces que antes eran imposibles de alcanzar. Gran parte de la pesca que hoy practicamos la debemos a estos adelantos. El reinado del bambú cae, en la década del setenta, con la aparición en la fabricación de cañas de las fibras de carbono o grafito. Un grupo selecto de artesanos sigue fabricando cañas de madera y se dedican a quienes aún aprecian su carácter y sus cualidades, totalmente diferentes de las cañas sintéticas. La fibra de vidrio prácticamente ha desaparecido o está relegada a cañas de bajo presupuesto, ya que nunca pudo superar al bambú para las cañas de mosca. Las mejores acciones de los grafitos modernos son herederas de los trabajos de infinidad de artesanos del pasado dedicados al bambú, quienes sentaron las bases para cualquier diseño futuro. La pesca con mosca es un pasatiempo antiguo y honorable, sus raíces llegan directamente al pasado remoto y cierta tradición rige su conducta. Esta tradición afortunadamente ha dejado su mejor expresión en forma escrita y muchos se han encargado de transmitirIa a los que no pueden leerla, a sabiendas de que hay muchos motivos para sacar un pez, pero cierto arte y ciertas tradiciones que guían a la pesca con mosca la convierten en algo esecial para el espíritu humano.
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